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Declaración del Encuentro de la Alianza Social Continental realizado el 1 y 2 de junio en Bogotá

El imperialismo estadounidense, el poder transnacional y la derecha continental han profundizado su ofensiva en el periodo reciente. Esto es visible en hechos como los golpes de Estado en Honduras y Paraguay y los intentos de aprovechar la desaparición física del Presidente Chávez para desestabilizar la revolución Bolivariana de Venezuela y el intento de desconocer el triunfo legítimo de Nicolás Maduro en elecciones transparentes.

En lo económico esta ofensiva se expresa en la propuesta de la Alianza del Pacifico, el Tratado Transpacífico, los tratados de libre comercio, los tratados bilaterales de inversión, el activismo de las multinacionales para asegurar sus inversiones y el mantenimiento de una estructura financiera ligada al BM, el BID, el FMI, la deuda externa y la especulación financiera.


En materia de integración, los logros de Unasur, Celac, Mercosur y ALBA están amenazados con la parálisis por la acción conjunta de la derecha que los quiere presentar como procesos ineficientes y retóricos que se contraponen a la agenda neoliberal la cual es presentada como más eficaz y pragmática. Las apuestas de integración autónoma, aún en construcción- se encaminan hacia la creación de una nueva arquitectura financiera regional basada en la complementariedad, la solidaridad y el apoyo mutuo y facilitan las iniciativas de una nueva arquitectura financiera regional con el Fondo del Sur, el Banco del Sur y el Sucre – como cuenta de intercambio regional.

La ofensiva de la derecha incluye intentos de paralizar, reversar o desviar las conquistas democráticas y sociales logradas por numerosos países del continente en los últimos años. No obstante, en muchas ocasiones se apoyan también en aparatos del Estado heredados del periodo neoliberal, dada la persistencia de fuerzas de derecha que se mantienen en ellos. Las organizaciones populares tienen la obligación de desplegar una amplia movilización para contrarrestarla.

Alertamos contra la creciente tendencia a la criminalización del movimiento social, la extensión de bases militares y la militarización de la lucha contra el narcotráfico.

En importantes regiones del continente el movimiento social y popular mantiene una activa resistencia, principalmente a nivel local en territorios amenazados por el extractivismo que, además de destruir el ambiente y perjudicar a poblaciones enteras, mantiene un modelo productivo y un tipo de inserción internacional sin cuya superación es difícil profundizar los cambios en el continente.

Para avanzar en los cambios necesarios es necesaria la rearticulación del movimiento social, con un programa democrático, antiimperialista, antineoliberal, antipatriarcal y anticolonial, que incluya el conjunto de reivindicaciones de los pueblos del continente, defienda los logros de los procesos de cambio y promueva su profundización. Esta rearticulación debe partir de los avances logrados por las articulaciones existentes sin ignorar ninguno de los aportes que diversos sectores han hecho a este proceso de lucha de los movimientos sociales.

Una gran parte del movimiento social en sus diferentes vertientes se encuentra atomizado y a la defensiva. Para detener esta acción de la derecha y el imperialismo es necesario promover la más amplia unidad.

Para ello se requiere una amplia alianza multitemática y multisectorial que haga confluir los diferentes sectores sociales y redes de Norte y el Sur y a ello deben contribuir las más diversas corrientes de las organizaciones y movimientos sociales.

Llamamos a los gobiernos de izquierda a profundizar los procesos de cambio, incorporando con fuerza y decisión efectiva a los movimientos sociales, superando contradicciones y dando un tratamiento democrático a las inevitables contradicciones que se presentan.

La lucha por la soberanía alimentaria, la defensa de la pequeña producción campesina, la erradicación de los transgénicos, el bienestar de la población, la defensa de los pueblos originarios y sus territorios, la garantía de los derechos de las mujeres y la equidad de género, la defensa del ambiente, de los derechos laborales, de la producción nacional, la educación de alta calidad, los cambios al modelo productivo y energético y la lucha contra el libre comercio y por la redistribución de la riqueza, forman parte de la agenda del movimiento social. Esas luchas apuntan todas a un cambio radical del sistema, el cual exige que los movimientos y organizaciones sociales se articulen entre sí.

De este reconocimiento, fruto de lo acumulado y de las confianzas que hemos construido a lo largo de los años en el marco de la Alianza Social Continental (ASC), se desprende la necesidad de actualizar el pacto de construir juntos una articulación de los movimientos sociales en el hemisferio que tiene que insertarse, hoy de forma más decidida, en la lucha global que enfrenta el poderío de las multinacionales. Aquello va a la par del protagonismo creciente de los gobiernos del continente en los escenarios de la economía mundial, donde debemos aprovechar las contradicciones, en nuestro propio continente, entre el bloque fundamentalista neoliberal y los gobiernos que buscan caminos distintos hacia un modelo de desarrollo que sirva a los derechos de nuestros pueblos y la sobrevivencia del planeta y garantice la primacía de los derechos humanos, económicos, sociales y ambientales.

Las movilizaciones contra el G20, la OMC y demás organizaciones en las cuales se pretende preservar la arquitectura neoliberal que hoy gobierna el mundo deben permitirnos construir alianzas con movimientos de todo el planeta para enfrentar las verdaderas causas de la crisis sistémica que sufre el capitalismo.

Abogamos por el retiro de las tropas extranjeras de Haití, el cese de la represión en Honduras, el éxito del proceso de paz en Colombia y el reconocimiento de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas.

A pesar de los importantes cambios que se han producido en el continente, en vastas regiones se mantiene y profundiza la política neoliberal cuya crítica dio origen a la Alianza Social Continental.

Por esto, reiteramos nuestro llamado a las diversas vertientes del movimiento social a construir un proceso de rearticulación para potenciar nuestra lucha común.