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Haití necesita otro tipo de ayuda – Camille CHALMERS

El economista haitiano visitó Buenos Aires para participar de la Cátedra de los Libertadores. Allí narró las necesidades de su país y conversó con Tiempo Argentino acerca de las consecuencias de la intervención de Minustah. El Consejo de Seguridad de la ONU debe decidir la renovación de su mandato antes del sábado.

Camile Chalmers abre grande los ojos. Son las 8 de la mañana pero el día ya cuenta algunas horas para el líder de la Plataforma Haitiana para un Desarrollo Alternativo (PAPDA), una coalición de organizaciones sociales, campesinas y sindicales que denuncia la intervención de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah) y trabaja para promover políticas públicas que le permitan al pueblo caribeño el ejercicio de su plena soberanía. “Nosotros pensamos que la existencia de Minustah es una respuesta inadecuada a la crisis que vive Haití porque esta no tiene una solución por la vía militar, sino a través de la negociación política”, afirma Chalmers. Su visita pretende dar a conocer la situación haitiana y plantear la importancia de una cooperación internacional que involucre “los verdaderos intereses del pueblo latinoamericano” y sus “fuerzas progresistas”. Su mirada profunda invita a conocer una realidad difícil de ver a kilómetros de la isla.


-El presidente Michel Martelly pidió a la ONU que Minustah siga en el país pero la PAPDA exige su retiro. ¿A qué se deben estas visiones encontradas?

-Durante la campaña electoral Martelly promovía el retiro de las tropas pero tras la victoria (NdR: asumió en mayo) pide la renovación del mandato. Eso es clásico de un tipo de política que se adapta a las circunstancias y se somete a los dictados del imperio. Nosotros, en cambio, planteamos que cuando el Consejo de Seguridad decidió la creación de Minustah, en 2004, se equivocó. Porque la carta de la ONU dice que la intervención corresponde en situaciones de genocidio, crímenes contra la humanidad o guerra civil, cosas que no se dan en Haití. Entonces se están gastando 853 millones de dólares al año para mantener una fuerza militar que no tiene mucho que hacer. Con el 10% de ese gasto, podríamos generar cambios cualitativos importantes.

-La presencia internacional también ha provocado denuncias por abusos.

-Lo que sucedió en Port Salut (NdR: se difundió un video donde se ve a cinco marinos uruguayos abusando de un joven haitiano) es solamente la punta del Iceberg, en todas las comunidades hay relatos similares. El caso más chocante fue cuando se probó hace tres años que 114 soldados de Sri Lanka habían cometido violaciones masivas a niñas en un barrio popular. Fueron repatriados pero todavía no se ha iniciado ningún proceso judicial. Esa cultura de la impunidad impide la construcción de un sistema judicial eficaz, creíble y legítimo en Haití.

-A más de un año y medio del terremoto en Puerto Príncipe, ¿cómo enfrenta Haití hoy sus consecuencias?

-Hay una frustración muy grande porque un flujo importante de las donaciones no está llegando. Dicen que ya han desembolsado el 40% de los 11 mil millones de dólares prometidos en donaciones, sin embargo, en un país con un PBI de 7000 millones de dólares, esa inyección no se ve. Es que la mayoría fue absorbida por las grandes burocracias estatales y ONG. Eso está desarrollando un sentimiento anti ONG porque es muy chocante ver que a 15 meses del terremoto se habían recogido menos del 10% de los escombros. Aun hoy, a 20 meses, las principales infraestructuras de la ciudad (Palacio Nacional, ministerios, facultades, escuelas, hospitales, etcétera) ni siquiera han empezado a reconstruirse.

-En este marco, ¿cómo se encuentra el pueblo haitiano para llevar adelante un proyecto de autodeterminación como plantean desde PAPDA?

-Estamos en un momento clave, porque las fuerzas sociales han tomado conciencia de la necesidad de introducir rupturas fundamentales. Sin embargo, para llevarlas a cabo es importante el acompañamiento de los pueblos de América Latina y la construcción de redes solidarias reales. En ese sentido hay que señalar la presencia de Cuba con una brigada médica desde 1998 que se encuentra en más de 135 comunas viviendo con la gente. Ese tipo de cooperación es una semilla que muestra cómo se puede construir una asistencia solidaria y respetuosa de la cultura de los pueblos. Que no está insertada en la ambición de dominación, explotación y marginación.

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