El 12 de enero de 2010, el pueblo haitiano fue sacudido por un terremoto que mostró a la opinión pública la situación real de desigualdad, dominación y enajenación sistemática de su soberanía y autodeterminación. Hace un año, tomo fuerza la tesis de la necesidad de “apoyo” al hermano pueblo, desde el afianzamiento de la estrategia de militarizar, dominar y desmovilizar a un pueblo que hace más de doscientos años decidió ser libre
Ante esta situación concreta, que responde a una política histórica de colonización de nuestros pueblos; las organizaciones, movimientos y colectivos que participamos de este esfuerzo de articulación y unidad, la ALBA, alzamos la voz en solidaridad activa, desde un análisis crítico del apoyo necesario y el reconocimiento de la situación que de fondo se plantea en Haití, ante el fracaso rotundo de mecanismos multinacionales para consolidar la paz.
Ante el fracaso de la diplomacia de los estados coloniales, los movimientos sociales planteamos la diplomacia de los pueblos y reconocemos la lucha del pueblo haitiano como la nuestra.
Instancias para la paz: Complicidad Internacional ante la situación en Haití.
Es curioso que el despliegue comunicacional que se hace en torno a la situación en Haití, responda al análisis de un período histórico que no trasciende a un año.
La Minustah, interviene en Haití desde el 30 de abril de 2004, al cumplirse el límite del mandato de Boniface Alexandre, quien a la salida forzada de Jean Bertrand Aristide en febrero de ese mismo año, con el argumento público de que el mismo había renunciado a la presidencia, asumió la gestión y liderazgo de un gobierno de facto y solicitó inmediatamente a la Organización de Naciones Unidas (ONU), su intervención con el envío de una Fuerza Multinacional Provisional (FMP) integrada en un primer momento por efectivos de Estados Unidos, Francia, Canadá y Chile. Esta solicitud se hace en un contexto de exilio forzoso de un presidente legítimamente electo, que venía proponiendo políticas de integración con países hermanos como Venezuela y Cuba, de transformación social, de relaciones soberanas con el capital extranjero y por ende, de movilización social de cara a la transformación profunda de Haití. El argumento oficial entonces, para solicitar la intervención militar de la ONU es: “evitar una masacre nacional, motivada por el descontrol y violencia imperante”.
Masacre, descontrol y violencia desmedida, fueron las palabras de la ONU y del presidente de facto en 2004 para describir la profunda revuelta social que se levantó en Haití, por la violación de la soberanía de un pueblo libre y que justifica desde el 30 de abril de ese año, hasta hoy, que esta fuerza invasora, llamada luego en vista de lo imposible de reprimir el espíritu y la acción combativa de un pueblo, Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH). La Minustah, mantiene presencia en el hermano país y opera desde estrategias claras para que este pueblo jamás, recobre tal estabilidad y sea soberano ante intereses coloniales.
Haití se ha vuelto desde hace muchas décadas un objetivo a conquistar militarmente por Estados Unidos para dominar a la América del Sur y otro a conquistar productivamente por Francia y otras potencias, lo cual se ha visto con la política de “reconstrucción” imperial que busca hacer de Haití, el país para la realización plena del multimillonario negocio de la construcción y la especulación inmobiliaria en las ciudades y de la siembra latifundista para el monocultivo trangénico en el campo. Hay de fondo una pugna, una subasta que sale a la luz desde la coyuntura que dispone el 12 de Enero de 2010. El terremoto, la catástrofe es un hecho que saco al mundo la realidad en Haití, fue una nueva bocanada de aire para la invasión militar a su vez que para emprender caminos de unidad por la liberación de un pueblo. Es continuidad de un proceso que va más allá, que tiene intereses claros.
A un año, debemos plantearnos que la situación en Haití no es aislada, que es la continuidad de un proceso de ofensiva y resistencia para el pueblo y desde ahí, es importante hacer la lectura del rol que han jugado las llamadas “instancias para la paz”, para hacer la guerra y no asumir la responsabilidad directa que tienen en le enajenación sistemática de un pueblo para ser libre. Para entender la situación en Haití, la lectura debe hacerse entonces, desde lo contrario al argumento de la ONU. La miseria, la desigualdad, la masacre, la violencia, no justifica la presencia de fuerza militar alguna en el hermano país. La presencia militar invasora, colonizadora, que atenta contra su soberanía genera, afianza y garantiza esa miseria, esa desigualdad, esa masacre, esa violencia y promueve directamente, la desmovilización social y la represión de la organización popular.
Ante la omisión de la situación de fondo: Autocrítica, integración y unidad de los pueblos.
La propuesta política de la ALBA se plantea entre otras cosas como una estrategia clara contra el neoliberalismo y las acciones para hipotecar nuestra libertad y soberanía ante intereses económicos, políticos y territoriales hegemónicos, capitalistas y coloniales. Plantea que esto sólo será posible desde la concepción del mundo multipolar, desde el reconocimiento de las necesidades de trasformación de los pueblos, de forjar nuevas formas de relación económica, política, social y cultural y de reconocernos como soberanos en nuestras historias de lucha por conquistarlo. Es decir, en reconocer a los pueblos como factores de transformación.
Esta propuesta, que ha venido tomando fuerza por su pertinencia histórica desde estados aliados y desde los pueblos, nos demanda de forma permanente tener una visión crítica ante hechos concretos que atentan contra esos objetivos políticos que nos planteamos para la transformación integral de este mundo. En este sentido, es importante alertarnos en que la militarización que vive Haití, responde a una estrategia clara de militarización en el continente que recorre esta patria grande desde México, pasando por Honduras, El Salvador, Costa Rica, Colombia, concretamente y que busca tomar fuerza en otros pueblos desde diversas justificaciones del terrorismo y el narcotráfico como argumentos para que la ALBA no conquiste la liberación y derrote al colonialismo.
Ante esto, la unidad de los pueblos y la visión clara de qué prácticas nos oprimen debe encontrarnos y alertar también, en ese contexto y en honor a la propuesta política que nos convoca, que nos une, reivindica y visibiliza, sobre el rol que países de la ALBA y aliados, juegan en las acciones concretas de apoyo, como las de la ayuda humanitaria tal y como las que incansablemente han dado el gobierno de Venezuela y otros países. Pero también, analizar con mucho tino la justificación que refrendamos para que la Minustah continúe oprimiendo al hermano pueblo de Haití.
El capitalismo, el neoliberalismo como expresión de él y el juego político – militar, nos pone en medio del dilema de casarnos con los intereses del pueblo pero oprimirlo desde lo concreto. En este sentido, llamamos oportunamente para la profundización de este proyecto revolucionario en la patria grande saldando ese dilema, concretamente para que países ALBA, retiren el apoyo inmediato a la Minustah y que los esfuerzos que hagamos de apoyo, lo hagamos desde el respeto a la soberanía de nuestros pueblos y sin justificar la completa incompetencia de esos mecanismos de falsa paz como la ONU y la OEA. Militarización no es solidaridad.
Llamamos en este año de luchas bicentenarias a las acciones concretas, al avance firme de este proyecto por ser libres y a afianzar la verdadera liberación. La lucha del pueblo haitiano es la lucha de la patria grande y en ese sentido, las organizaciones, movimientos y colectivos que suscribimos esta propuesta política y nos articulamos en este esfuerzo, apoyamos las acciones que en función de la desocupación militar se emprendan desde los pueblos y estados, además de en solidaridad activa desde nuestros espacios con el hermano pueblo de Haití, hombro a hombro.
“Haití, ejemplo de libertad ante la corona, ejemplo de libertad y lucha combativa anticolonial”.
Porque la ALBA también se construye desde los pueblos:
¡Viva Haití combativa, libre y soberana!
¡No a la militarización en el Continente!
¡Viva la ALBA desde los pueblos!
¡Fuera la Minustah!
Venezuela, 2011.