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Recuperando soberanía

Pagina 12 (Argentina) – Por Natalia Aruguete y Walter Isaia – Se están desarrollando cambios importantes en América latina, con resultados sustanciales en términos del control de espacios estratégicos políticos y económicos. La reacción es una fuerte resistencia de los establishments locales.


Camile Chalmers propone promover la integración en América latina desde una mirada distinta de desarrollo, que aparte al mercado del centro de la escena y priorice las “necesidades de los pueblos”. El ALBA cumple con esas máximas, según el investigador haitiano. Invitado por el Centro de Estudios Económicos Cemop (Fundación Madres de Plaza de Mayo), Chalmers estuvo en Buenos Aires y dialogó con Cash sobre las transformaciones que se están dando en la región, en pos de una recuperación de la soberanía política y económica, y advirtió sobre la necesidad de aprovechar esos cambios para redefinir el proyecto de integración latinoamericana.

¿Qué desafíos enfrenta la región en términos de integración?

-América latina es el único espacio continental donde pasamos de la resistencia al neoliberalismo a la construcción de alternativas. Por eso tiene un peso determinante para el futuro de la humanidad. Por supuesto que hay contextos nacionales con factores políticos, económicos y sociales distintos, pero los pueblos del continente están recuperando su soberanía sobre los recursos estratégicos y sobre la política. Los veinte años de neoliberalismo fueron posibles porque hubo un control del juego político que terminaba siempre con el triunfo de las fuerzas neoliberales. Eso se ha socavado y estamos en momentos de redefinir ese juego político.

¿En qué dimensiones cree que se están dando los cambios?

-Uno de los principales signos es el surgimiento de gobiernos progresistas en América latina, más atentos a las necesidades del pueblo pero también a la creación de un instrumento nuevo de integración. El ALBA, por ejemplo, cambia de manera radical la perspectiva de los procesos de integración.

¿En qué sentido?

-En que pasamos de una visión neoclásica de la integración, que priorizaba la lógica de los mercados, a un proyecto de integración con raíz en el sueño bolivariano de conquistar una verdadera independencia, que permite redefinir todo el proceso. Por supuesto que la materialización de este proyecto, a través de la Unasur o del ALBA, encuentra muchos obstáculos.

¿Cuáles?

-Tenemos economías desarticuladas por la dominación de las empresas transnacionales, por el modelo extraccionista y por la dependencia creciente de las grandes empresas financieras internacionales, que aportan a la desintegración de nuestras economías.

¿Será posible articular las economías de América latina, considerando el peso que aún conservan las transnacionales?

-Es una lucha difícil, pero indispensable que implica varias rupturas en el modelo de desarrollo actual, en la relación entre política y mercado y en los supuestos básicos económicos, que pone a competir a los pueblos y a los trabajadores en una carrera por disminuir el costo laboral. La relación entre los países debe ser respetuosa de los modelos económicos y culturales. No hay proceso sostenible sin un cambio de paradigma en la mirada sobre el desarrollo y la integración.

¿En qué se diferencian el ALBA, el Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones?

-Surgieron en contextos históricos distintos, muy difíciles de comparar. Lo importante es que el ALBA plantea cuestiones nuevas, como la voluntad política de llevar adelante el proceso de integración descentralizando el papel del mercado. El punto central ya no es el mercado, sino generar procesos de desarrollo centrados en las necesidades de la gente.

¿Existen diferencias a partir de la llegada de gobiernos progresistas en Centroamérica?

-Hay que ver dos planos: el de los hechos y el de la percepción. Se están dando procesos interesantes de cambio, pero al mismo tiempo hay una guerra mediática que ataca la percepción sobre estos procesos. En algunos casos, los cambios son muy frágiles y tienen límites, por eso hay que verlos como un proceso. En países como Bolivia o Ecuador se dan procesos de cambio muy fuertes, con resultados sustanciales en términos del control de espacios estratégicos políticos y económicos. Pero son transformaciones a largo plazo que todavía no se terminan de visualizar del todo.

¿Cómo impactan los acuerdos bilaterales que el gobierno de Estados Unidos firmó con varios países de la región en las florecientes estrategias de integración?

-Es un obstáculo importante. Estados Unidos implementó esta estrategia de firmar acuerdos bilaterales cuando no pudo implementar el ALCA. Esto crea muchas dificultades para armonizar un frente común. Creo que es momento de repensar una renegociación de esos acuerdos, como el Tratado de Libre Comercio para la República Dominicana y Centroamérica, donde los indicadores prometidos se están cumpliendo. Creo también que la crisis mundial es una oportunidad porque trae una contracción de la demanda para los mercados, que era lo que permitía la entrada al mercado norteamericano. Hay que aprovechar esta situación, plantear una renegociación e ir hacia acuerdos que respeten nuestros derechos y permitan dinamizar la economía nacional y regional.