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Souveraineté alimentaire en Haïti : Analyses, Défis et perspectives

Le Secrétariat Exécutif de la PAPDA a le plaisir de publier cet excellent article de l’économiste Raphael Yves Pierre, Directeur de l’ONG internationale britannique ActionAid en Haïti et en République Dominicaine. Cet article montre l’urgence de la question de la souveraineté alimentaire dans notre pays. Il a été publié par le Bulletin du groupe de travail de l’Alliance Sociale Continentale (ASC), «Agricultura Y Comercio» No 13 septembre-octobre 2007. (Camille Chalmers)


Soberanía alimentaría en Haití:
análisis, retos, y perspectivas

Por Raphael Yves-Pierre, Oficina de Action Aid Haití-República Dominicana.

Este texto aborda el tema de la soberanía alimentaría en Haití, haciendo referencia al derecho del pueblo haitiano a producir su propios alimentos, definir su propia política de alimentación que garantice un proceso de desarrollo sostenible y humano. Se tratara ahí de cuestionar los factores tanto políticos como económicos que explican la crisis de la pequeña agricultura campesina que, por su lado, ha ocasionado a lo largo de los últimos años la crisis económica y financiera de todo el país.

El argumento central es que esta crisis es el producto de una estructura agraria injusta que siempre se ha materializado a través de una política de desarrollo orientada hacia el desarrollo de las ciudades en detrimento del mundo rural comúnmente llamado “el mundo de fuera”. La constante profundización de esta crisis resulta de la liberalización salvaje de la economía haitiana, como repuesta a la decadencia de la producción nacional.

Haití ilustra un caso de pobreza masiva y estructural con indicadores económicos y sociales. Las causas de la pobreza son múltiples y complejas. El país tiene una historia de inestabilidad política, de gobernabilidad mala y injusta, de baja inversión y productividad. Por lo tanto, si alguien se quiere remontar a la raíz de los problemas, hay que, ante todo, cuestionar la estructura agraria de este país que ha sido la expresión más perfecta de un sistema de exclusión social. Casi 50% de las pequeñas explotaciones poseen 14% de la superficie total cultivada, mientras que los grandes terratenientes con 1,2% del número total de las explotaciones controlan 66% de las tierras aptas para la agricultura (MARNDR 1992).

Las concesiones de cantidades importantes de tierra a las compañías extranjeras durante y después de la primera ocupación estadounidense marcaron el inicio de la decadencia del campesinado haitiano y de la migración hacia las principales ciudades del país y afuera. La precarizad de los derechos de propiedad de los pequeños productores es también un obstáculo mayor al desarrollo agrícola del país. Varios estudios han reportado el impacto negativo del aparceramiento (un modo de tenencia indirecta muy común en el país) sobre la producción agrícola, el medio ambiente y la economía nacional.

Además de la cuestión agraria, tres grandes factores contribuyeron a la agudización de la crisis de la pequeña agricultura campesina. Primero, hay que subrayar el sistema de tasación agrícola en vigencia hasta los años 80, según el cual la producción cafetal de los campesinos representaba la vaca lechera que alimentaba las cajas del Estado. Por ejemplo, en 1975, las deducciones del estado sobre la producción de café se elevaban a 24,8% del precio FOB (Free on Board) , mientras que los especuladores y exportadores captaron en común 29.8% (Girault 1972).

A fin de cuentas, el precio ofertado al productor no era más que la fracción residual del precio FOB. Este reparto de márgenes de comercialización reflejaba bien el contexto de injusticia económica en el cual evolucionaban los campesinos. La injusticia económica aparecería todavía más escandalosa si se comparara el precio conseguido por el productor con los márgenes de ganancia realizados por las compañías de torrefacción y los supermercados en los países del Norte.

El segundo factor se relaciona con los aspectos claves que siempre han caracterizado la política agrícola del estado haitiano: poca inversión en la agricultura campesina, insuficiencia de las infraestructuras y servicios, ausencia de incitativas a la productividad. Por lo tanto, por falta de recursos propios para asegurar la conservación y transformación de sus productos y por no tener acceso al crédito institucional, los campesinos controlan muy poco el sistema de comercialización y son victimas de los términos del intercambio interno, lo que siempre contribuye a la reducción de sus ingresos, su poder adquisitivo y su capacidad de inversión.

Por otro lado, el proyecto de matanza de los puercos indígenas auspiciado por el gobierno estadounidense fue el golpe más duro dado al campesinado haitiano, destruyendo todo su sistema de ahorro y de acumulación del capital. También fue fuerte la incidencia de este proyecto sobre el medio ambiente, pues la eliminación de los puercos ha ocasionado la tala acelerada de los árboles y la erosión de los suelos. Haití es el único país donde se ha tomado la decisión drástica de matar a la población porcina indígena por la prueba de la peste porcina africana en un lugar determinado del país.

El tercer y último factor concierne a la adopción, por el Estado haitiano, de las medidas de liberalización del comercio como condición al otorgamiento de la ayuda internacional. Haití se ha hecho la economía más abierta del continente con la eliminación de las cuotas sobre las importaciones de productos alimentarios y una reducción drástica de los aranceles que pasaron a partir del año 87 de una gama de 45-50% a 0-15%. Este cambio de régimen aduanero ha ocasionado un aumento espectacular de las importaciones de productos alimentarios. Por ejemplo, las importaciones de arroz pasan de aproximadamente 15,000 toneladas al inicio de los años 80 a 350,000 toneladas en 2004.

Paralelamente, se ha observado una disminución drástica de la capacidad productiva del país, reflejando tanto los efectos negativos de la caída de los precios de los productos agrícolas en los mercados locales como la eliminación total de las subvenciones. Entre 1981 y 2002, la producción de arroz en la zona de Artibonite decreció en un 41.0% (Oxfam 1981, CNSA 2002). La liberalización del comercio resulta ser la causa principal de la quiebra de la industria avícola y de las compañías azucareras del país. Aproximadamente 80% de las reservas de las exportaciones de Haití son utilizadas para cubrir los gastos de importaciones de productos alimentarios.

Christian Aid argumentó en su reporte de marzo 2006 que los grandes beneficiarios de la liberalización del comercio en Haití han sido los importadores que han podido imponer su poder de control sobre los mercados locales y manipular los precios de los alimentos importados. No se puede imaginar la cantidad de ingresos que los importadores consiguieron durante el periodo 1999-2003 por no ajustar totalmente el precio de arroz en el mercado local con la caída de los precios en el mercado internacional. Por otro lado, las ventajas teóricamente esperadas de la liberalización del comercio para los consumidores urbanos han sido muy efímeras, dado que el aumento creciente de las importaciones alimentarías exacerba el déficit fiscal y la tendencia a la depreciación de la moneda local, lo que ocasiona un aumento de los precios de los productos importados.

Los grandes perdedores de la liberalización de la economía haitiana han sido los campesinos cuyos ingresos han disminuido considerablemente durante las dos últimas décadas. La baja de la economía rural ha provocado un éxodo masivo con consecuencias previsibles en términos de deterioro de las condiciones de vida, degradación del medio ambiente, aumento de la violencia urbana y inestabilidad política. El país que en otro tiempo era autosuficiente para alimentación de su población se ha vuelto más y más dependiente del exterior. Aproximadamente 51% de las necesidades alimentarías son cubiertas por importaciones, especialmente procedentes de los Estados Unidos (54%), la República Dominicana (11%) y la Unión Europea (9%).

Vale la pena subrayar la existencia de la pequeña agricultura haitiana que todavía continúa nutriendo parcialmente la población en un contexto marcado por la competencia con importaciones excesivamente subvencionadas de los Estados Unidos. Haití esta muy lejos de lograr su potencial teórico de producción agrícola. Lo que hace falta es la voluntad política de un Estado que defienda el derecho del pueblo haitiano a la soberanía alimentaría.