Hace unos pocos días, la revista Veja, uno de los medios conservadores del país, acusaba a Lula de los peores delitos, intentando inducir a la población a votar en
contra de él o, inclusive, a sacarlo del poder a la fuerza. Hace algún tiempo, esta misma revista publicó un artículo en su portada con una foto del presidente de Brasil de espaldas con la huella de un pie en su
trasero, llamando al Parlamento a su impedimento legal.
No pasó una semana de la espectacular victoria de Lula sobre el candidato conservador y esta revista se propone enseñar a Lula qué hacer en su próximo gobierno. Su último “chance” para hacer un buen gobierno es seguir las políticas defendidas por su adversario conservador y por la Veja. Las mismas políticas repudiadas por más del 60% del pueblo brasileño. Más divertido aún es ver a esta publicación, como a sus colegas, presentar toda una política económica copiada del fracasado Consenso de Washington como la única alternativa posible para el país. Y esto lo hace sin poseer en su redacción un solo economista o científico social que haya dado alguna contribución al conocimiento de los fenómenos ahí difundidos. Se trata de recetas de reporteros
improvisados que cometen errores elementales de economía en todas las secciones de la revista, que se presenta como una gran autoridad en todos los temas que trata.
Esta audacia de la derecha se desarrolla en un ambiente intelectual creado por el pensamiento único que abolió el debate intelectual en los medios de comunicación y – más grave aún – en la propia academia. Este ambiente encuentra una fácil acogida en los medios políticos y en las
agencias del gobierno poniendo en riesgo el rol del conocimiento humano en la conducción de nuestras vidas.
Esperemos que Lula, con la madurez que le dan sus cuatro años de gobierno, no preste oídos a estos profesores de bajo nivel, sobre todo cuando su asesoría “mejoró enormemente su calidad” con ministros capaces de reorientar su política económica en el camino virtuoso del
crecimiento que, según algunos, solo ahora se podrá poner en práctica debido al desastre dejado por el gobierno anterior: un país con déficit comercial a pesar de haber realizado una devaluación gigantesca de su moneda; sin reservas, a pesar de tener enormes deudas por pagar; con
una inflación de dos dígitos, con crecimiento negativo del PIB; con un déficit fiscal colosal; una deuda gigantesca en crecimiento y unas tasas de interés también colosales; un país considerado de alto riesgo, según las firmas que orientan a los inversores mundiales. A pesar de estos resultados desastrosos, la política económica que ellos condujeron es calificada de “conservadora” y responsable por estos voceros de las buenas políticas económicas. “Nunca más” volver a esta situación, dice sabiamente el pueblo brasileño, que derrotó radicalmente a los mentalizadores de este desastre.
Pero lo dramático es que aún quedan admiradores de esta política – incluso en las huestes triunfantes – que podrían leer, con respeto y admiración, los consejos de Veja. Por ejemplo, se continúa aceptando la tesis de que las altas tasas de interés son el único camino para
detener la inflación. ¡Y no se trata de tasas razonables de interés sino de las más altas del mundo! Esto va en contra de toda la experiencia económica mundial. Los países de más alto crecimiento económico en el mundo tienen tasas de interés relativamente bajas en comparación con la brasileña y no presentan tasas de inflación peligrosas.
Pero veamos los datos de Brasil, particularmente del período del gobierno de Lula: la tasa de interés oficial pagada por el Estado a sus prestamistas era del 26,5% en el primer año de gobierno y la inflación del 8.9%. La tasa de interés bajó al 16% en julio de este año y la
inflación bajó al 5,9%. La tasa de interés aumentó a partir de septiembre de 2004 y llegó a 19,75% en 2005 y la inflación se quedó en 5,7% en este año. La tasa de interés bajó a 13,75% en agosto-octubre de 2006 y la tasa de inflación bajó a 2,9% en este mismo año.
Los datos indican que las altas tasas de interés tienden a aumentar la inflación y no a bajarla. Asimismo, hay una fuerte correlación entre el movimiento de la tasa de interés y el crecimiento económico. Estos son los datos recientes que confirman una verdad incuestionable. Contra los delirios monetaristas, las altas tasas de interés son inflacionarias porque la inflación no es un fenómeno relacionado solo con a demanda sino principalmente con la oferta. Y el precio de los productos está fuertemente influenciado por los costos, entre los cuales la tasa de
interés representa un componente fundamental. Sobre todo si se trata de una tasa de interés totalmente administrada por el Estado en contra del “mercado”. Pero no el mercado de los especuladores amigos de las publicaciones económicas, que viven de las inversiones financieras,
sino el verdadero mercado económico, compuesto por productores que necesitan los préstamos inexistentes, porque todos los prestamistas están prestando al Estado a tasas irracionales y absurdas que solo existen para engrosar sus bolsillos.
Además de esto, es necesario considerar el impacto inflacionario de una deuda pública que existe solamente para pagar intereses. El Estado brasileño no presenta déficit fiscales primarios desde hace muchos años. Este es el dato real que contradice las afirmaciones totalmente
falsas (y además, ésta es una tendencia latinoamericana). Desde hace unos años atrás a la fecha presentamos, en realidad, un superávit fiscal primario. La causa de nuestros déficit fiscales nominales es única y exclusivamente el pago de intereses de una deuda creada por una política económica aventurera que beneficia a una fracción de la población que se apoderó del Estado para ponerlo en colocarlo a su servicio. Se trata de una versión posmoderna del viejo patrimonialismo que caracterizó a nuestro Estado desde la colonia.
Mí querido presidente: Ponga atención a estos argumentos que hemos desarrollado en nuestros libros y en nuestros artículos desde hace muchos años. Tiene un equipo excelente de asesores encargado de proponer un plan de crecimiento para el país, con distribución del ingreso y sin inflación. Es hora de hacerlo sin vacilación.
ALAI AMLATINA, 08/11/2006, Río de Janeiro